jueves, 5 de junio de 2008

Bastian nunca había visto salir el sol y aquella mañana se levantó muy temprano. Subió a lo más alto del edificio y salió a la azotea. Hacia calor, mucho calor. El sol comenzaba ya a sobresalir por la línea del horizonte y teñía pequeños jirones de nubes de purpura. Después, a medida que se iba elevando, las nubes cambiaban de color. Primero purpura, luego rojo, ahora naranja, amarillo. Bastian estaba maravillado, nunca hubiera imaginado que el crepúsculo fuese tan hermoso. El sol era inmenso y aquella luz era fantástica, no como la artificial que lo había acompañado durante toda su vida. Pero entonces, ¿por qué le habían prohibido siempre salir al exterior?, ¿por qué nunca nadie salía ni quería ver el sol? De repente lo comprendió todo, en una milésima de segundo, pero ya era tarde. Una protuberancia solar lo había engullido.

Niroza (no mires al sol (1991)).

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