viernes, 14 de marzo de 2008

La besé en los labios en la calle y ella me devolvió el beso. Después entró para recoger su bolso y abrigo y nos fuimos caminando hacia su casa. Me preguntó si me había dolido mucho la bofetada que me dió justo antes del beso - nunca aprenderé a callar, le había dicho un par de verdades y eso nunca gusta - le dije que no. Era mentira. Pero no me había dolido tanto como cuando, unos meses antes, me fui. Sin decir nada. Desapareció de mi vida y yo de la suya. Era lo que ella quería, pero quisiera haberlo sabido de sus labios de caramelo, no de otros y por sus silencios.
Niroza (...).

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